El mail de hoy va a girar en torno a un tema: lo conciso.
Eso que es inherente a la poesía. Que forma parte de la música. Que cierto tipo de literatura busca.
No la brevedad, sino la capacidad de condensar en pocas palabras, minutos, gestos, todo un mundo de significados.
Acumular sentidos para que una frase de pronto adquiera mayor fuerza.
Un ejemplo.
En la edición que tengo en mi biblioteca del libro Palabras de Jacques Prevert (Los libros del mirasol) hay una nota al pie que siempre me fascinó. Está en el primer poema, el título es “Intento de descripción de una cena de mascarones en París de Francia”. Es un poema en prosa que tiene varias páginas, así que solo voy a poner un par de líneas:
Los que tienen la cabeza calva por dentro
Los que bendicen a las jaurías
Los que brindan la presa
Los que de pie los muertos*
Los que a la carga... march
Los que dan cañones a los niños
Los que dan niños a los cañones
Los que flotan y no se hunden
*... los que de pie los muertos. Alusión a un episodio registrado durante la Primera Guerra Mundial. El 8 de abril de 1915, en Bois Brûlé, el suboficial Pericard alentó la resistencia de los pocos soldados que no habían sucumbido ante el ataque alemán, gritando: “¡De pie los muertos!” (Debout les morts!).
Una vez que se lee esa nota al pie (por lo menos para mí que desconocía ese dato -sea real o no-) la frase de pie los muertos se vuelve otra cosa. Algo que contiene toda la desesperación y todo lo absurdo de la guerra.
***
Si alguien escribe la historia de las cosas que olvidamos injustamente espero que le dedique un capítulo a los epígrafes. Esas frases en cursiva son las grandes víctimas de nuestra memoria. Las olvidamos incluso antes de terminar las primeras páginas de lo que estemos leyendo.
Quizás sea porque todavía no nos sintamos dentro del libro y nuestra falta de atención las iguala a las bienvenidas de un felpudo.
Nada más injusto.
Un epígrafe bien elegido puede contener toda la novela en una frase.
Mi consejo es que cuando terminen un libro vuelvan a esas primeras páginas y lean el epígrafe de nuevo. Van a ver que ahora esas palabras están cargadas de otro sentido y que todo ese espacio en blanco que tienen alrededor no es un capricho, sino algo necesario porque en esa hoja ya no podría entrar nada más.
Copio acá debajo los de Cometierra.
¿Se los acordaban?:
tú que solo palabras dulces tienes para los muertos
Leopoldo María Panero
Nadie sabe lo que puede un cuerpo.
Baruch Spinoza
El primer epígrafe pertenece a un poema de Panero del libro Poemas del manicomio de Mondragón. No conocía a ese poeta. Charlando con Dolores Reyes me recomendó que viera un documental sobre él y su familia que se llama "El desencanto". No lo pude encontrar todavía pero les dejo acá el link a una entrevista en donde después de unos minutos ya es claro que se trata de todo un personaje.
El otro epígrafe, el de Spinoza, es un buen ejemplo de esto que hablaba al principio sobre lo conciso.
Aún después de googlear y leer sobre la doctrina de Spinoza sobre el cuerpo y el alma (acá por ejemplo) la frase sola sigue siendo mucho más potente. Condensa todos los sentidos posibles. Como si mucho de la novela estuviera ahí. El cuerpo de Cometierra y de lo que (in)creíblemente es capaz.
Los cuerpos que desaparecen.
Lo que un cuerpo puede seguir diciendo aún en su ausencia.
***
En el mail del domingo pasado les había dicho que quería hablarles de una escena en particular.
IMPORTANTE: lo siguiente transcurre en el capítulo 34. Entre las páginas 119 y 122. Si todavía no llegaron hasta ahí pasen de largo esta parte, hasta los próximos asteriscos.
La escena es muy cortita y es posible que no les haya llamado la atención, es cuando Cometierra está yendo a lo de Dypi y llegando a la estación de tren se larga a llover. La escena esa del perro que se tira a las vías y muere atropellado.
¿Por qué la elegí?
Es la única escena en donde podemos escuchar en voz alta el lamento por una muerte. El “flaco” arrodillado bajo la lluvia repitiendo “¿Por qué te quisiste morir?”.
La semana pasada hablaba sobre la importancia de la estructura de una novela. Que cada cosa pase en su momento.
La sensación que tuve cuando leía esta escena era que funcionaba en varios niveles. Para mostrar cómo la muerte está presente en todos lados. Que la protagonista no puede evitar encontrársela no importa el camino que elija. Pero sobre todo para poder escuchar esa frase en voz alta, ese lamento que en el resto de los casos nos está vedado, porque el dolor de las personas que dejan las botellas está mucho más allá de las palabras. Poder escuchar esa frase, aunque sea así, con la protagonista apurada, yéndose, sin saber qué más hacer, me dio algo de alivio. No sé si me explico y si alguien más tuvo esta sensación.
Dato: le pregunté a Dolores Reyes por esta escena y me contó que fue algo que le pasó a ella. Le pasó así tal cual lo cuenta. Tomó una diagonal para evitar ver los gallos muertos (eso también es algo real) y en la estación vio cómo un perro se lanzaba delante de un tren y un hombre se quedaba arrodillado hablándole como si ese perro fuera toda su familia.
***
La próxima semana será el último mail sobre Cometierra. Si todavía no lo terminaron larguen un poco el telefonito y pónganse a leerlo 😬
No voy a pedirlo en las redes sociales, para evitar los spoilers, pero si tienen ganas de contarme qué les pasó con el final del libro pueden hacerlo respondiendo este mail.
Así el domingo que viene tomo algunas de las cosas que me digan.
Les recuerdo que el libro que vamos a leer en noviembre es Mi abandono de Peter Rock, publicado por Godot.
Les dejo la tapa acá abajo para que les sea más fácil ubicarlo cuando vayan a la librería.
Nos vemos el domingo en la bandeja de entrada.
Abrazo
Sebastián Lidijover