¡Hola! Gracias por acompañarme en este contenido de Minúscula pensado para quienes buscamos leer algo que devuelva entusiasmo y esperanza en medio de las noticias que nos sacuden a diario.
Creemos que eso también es cuidar nuestro ambiente: cuidar la salud mental, el bienestar, sostenernos en red. Ser conscientes de nuestros pequeños poderes humanos para conectar con los de los demás, sabiendo que entre todos podemos marcar cambios significativos.
Esta edición me encuentra especialmente conectada con ese punto:
la búsqueda de calma y coherencia como defensa de la vitalidad. El mes pasado no te escribí porque estuve atravesando una mudanza (la tercera en menos de un año). Poner el cuerpo en la construcción de un hogar trae movimiento, imprevistos, y también la oportunidad de preguntarse dónde y cómo queremos habitar.
Ese proceso me devolvió a un mensaje que trato de recordar cuando me pierdo:
la sostenibilidad también es equilibrio interno. No estoy sola: soy parte de un tejido social, y tanto mis decisiones como las formas en que me vinculo tienen impacto.
En tiempos de discursos y promesas vacías, siento la necesidad de aclararte que cuando hablo de sostenibilidad no me refiero a un concepto abstracto ni a un eslogan, sino a lo que significa para mí:
una manera de vivir (en lo personal y en comunidad) más amable, buscando generar impacto positivo desde el lugar que me toca y hacia soluciones colectivas. Porque vivimos en un planeta que ya enfrenta, y seguirá enfrentando, múltiples crisis como consecuencia de las acciones humanas que lo llevaron a su nivel actual de degradación.